jueves, 14 de julio de 2016

No me dolió

“Mientras más te amo, más me duele perderte”; una frase que pareciera que está integrada en nuestro pensamiento y constantemente la estamos recordando. Nos duele el perder esa persona, objeto o situación y queremos evadir ese sufrimiento y dolor que trae por consecuencia el tener una pérdida.

Entonces, hay que tener presente que la función del duelo es restituir o sanar, darnos una tranquilidad y poder seguir con nuestra vida; pero si no se logra ese duelo, una persona puede convertir esa pérdida en algo que le persiga durante toda su vida e inclusive algo patológico.

Todos hemos tenido algún tipo de duelo en nuestra vida, en ciertas ocasiones nos hemos ido preparando para aquella pérdida como puede ser el terminar algún estudio, regresar de algún intercambio al extranjero, entre otros; sabemos que habrá un final para aquello que amamos, nos vamos preparando para el momento y después de vivirlo “le damos vuelta a la página”; siempre y cuando tengamos un buen duelo.

Por otro lado también tenemos un duelo que llega a nuestra vida “sin avisar”, nos toma por sorpresa y no estábamos preparados para esa situación; podemos encontrar gente que estaba haciendo bien su trabajo en alguna empresa y de un día para otro los despiden, sin aviso previo, les dan las gracias y los dejan sin su empleo. Pongo este tipo de ejemplos porque muchas veces asociamos solamente los duelos, con la muerte; y no se tienen solamente en estos momentos. Como mencionaba al principio del texto, nos duele perder personas, pero también objetos y situaciones; eso también son duelos que debemos de solucionar.

Los duelos los podemos vivir de dos maneras; la primera es de una manera “normal”, en donde experimentamos todas las etapas de duelo, sin llegar a atorarse en alguna; por otro lado, se puede tener un duelo patológico o anormal, el cual consiste en que la intensidad de este no sea adecuada a la situación y la duración para superarlo sea muy prolongada.
Es algo muy común de ver en la gente el que no resuelvan sus duelos, conocemos gente que sigue atada a aquello que perdió y se nota que hace algún daño en su vida. Hay que tener cuidado en no llegar a pensar que para no tener este tipo de problemas, lo mejor es no vivir ese duelo y “hacer como que no pasa nada”, evitar las emociones e ignorar la situación.

Esto último es algo que sucede muy a menudo, inclusive podemos llegar a ser víctimas de ello en alguna ocasión; y esto se debe a que desde que uno esta chico, le van enseñando de mala manera cómo vivir las emociones; escuchamos frases para los hombre como un “los chicos no lloran” o en las mujeres “no te muestres tan feliz”, palabras que se van quedando en nuestra cabeza y poco a poco van haciendo daño en nuestro manejo de emociones.

Entonces, es importante que desde que uno está en pleno desarrollo, desde que estamos en nuestra infancia, hay que ir trabajando y enseñando lo que es la inteligencia emocional; para poder darnos cuenta que los sentimientos son naturales, sin importar el sexo, debemos de experimentar cualquiera sin que exista alguno exclusivo para hombres y otro para las mujeres; para que después no tengamos que pagar las consecuencias de esconder los afectos y tener una enorme tensión interna. Debemos de desarrollar la inteligencia emocional y cuando ayudamos a alguien a poder desarrollarla, estamos siento empáticos; algo que pareciera que en este mundo falta mucho.


Hay varias maneras de poder lograr que una persona sea inteligente emocionalmente, pero lo que es importante hacer es que los psicólogos en conjunto con los pedagogos o mejor aún los psicopedagogos, desarrollen un programa en las escuelas dónde se pueda enseñar en el salón de clases, los distintos sentimientos que podemos experimentar acorde a su edad; no se le puede enseñar de la misma manera a un niño de preescolar que a uno que está apunto de ingresar a la universidad. Ésta es una buena manera de poder ayudar a que uno vaya aprendiendo sobre el manejo de emociones y también desarrollar programas en dónde se intervenga con los padres de familia, ya sea por medio de talleres, cursos, diplomados u otra manera que al colegio se le ocurra para poder trabajar con ellos. Por último se deben de hacer campañas y programas de intervención desde las mismas instituciones de gobierno, el dejar que los psicólogos desarrollen la base de estos programas para poder tener un gran impacto en la población y así poco a poco ir cambiado esa mala cultura que hay sobre la inteligencia emocional.

Eduardo Pardo Ampudia

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