“Es que yo no soy bueno para las matemáticas”, “si no
sacó un 10 en la materia, soy un burro”, “los hombres no lloran”, “no soy bueno
para el fútbol”, “soy muy inquieta”, son algunas de las frases limitantes que solemos
escuchar o inclusive decir a lo largo de nuestra vida, esas frases que usamos
para decir que no somos capaces para algo o alguna creencia que nos vamos
forjando.
A partir de la infancia,
vamos desarrollando creencias sobre nosotros mismo, los demás y todo el mundo.
Vamos forjando creencias centrales, las cuales son ideas muy profundas, que no
se suelen expresar, ni siquiera ante uno mismo. Estas ideas son como un tatuaje
que nos hacemos en nuestro interior, creyendo que las cosas así “son”. Las
creencias centrales son sólo una parte de toda una secuencia.
Para dejarlo más claro,
vamos a poner un ejemplo que podemos escuchar muchas veces; una idea central
podría ser “soy un inútil”; vamos a seguir explorando que hay más allá de esa
frase y ver qué consecuencias va teniendo. Enseguida de esta creencia, viene
apareciendo lo que es la creencia intermedia, “si no me aprendo esta pieza
musical, soy un burro” en este momento podemos ver que ya es en un momento
específico cuando surge esta creencia. Con esto vienen esas creencias
centrales, generalmente no expresadas, que van hacen que se comporte, sienta y
piense de cierta manera el individuo; éstas son la actitud, “ser burro es algo
terrible”, las reglas/expectativas, “debo ensayar todo el tiempo libre que
tenga” y la presunción “si ensayo duro, todo el tiempo, podré tocar bien como
otras personas”.
Pasemos ahora con la
situación, que podría ser al momento de estar ensayando, mientras ve su
partitura y sin darse cuenta viene un pensamiento automático el cuál son
palabras e imágenes que pasan por la mente de la persona, son específicos e inconscientes,
siguiendo con el ejemplo anterior el pensamiento automático podría ser, “es una
pieza muy difícil, jamás me la podré aprender” y a consecuencia de eso vienen
diferentes reacciones por parte del individuo.
Se dan tres tipos de reacciones,
la emocional, comportamiento y fisiológica; la primera podría ser un enojo,
frustración o algo relacionado a como lo dice su nombre a una emoción, la
segunda es el dejar de practicar, guardar el instrumento y tirar las partituras,
es la parte más notoria y por último tenemos lo que podría ser un dolor en el
pecho, sudoración o algo relacionado a cómo va respondiendo nuestro cuerpo.
Espero que con éste ejemplo
quedara claro lo que es la relación entre la conducta y los pensamientos
automáticos, en dónde los psicólogos tienen que intervenir para poder ayudar a
las personas a poder quitar esas creencias que les pueden estar haciendo daño.
Pero para ello no se va a tratar de decirle cosas positivas y decirle frases
como “no eres un burro”, “eres muy bueno”, entre otras, hay que profundizar mas
y cuestionar a la persona para que poco a poco nos vaya diciendo de dónde pudo
surgir esa creencia.
El terapeuta se plantea una
hipótesis respecto al paciente, basándose en los datos que él le aporta. Estas
hipótesis se confirman, se descartan o se adaptan según los datos que nos vaya
aportando. En momentos clave, el terapeuta controla con el paciente su
conceptualización, para asegurarse de que sea correcta y para ayudarlo a
comprenderse a sí mismo y a sus dificultades. Como se mencionó al principio,
hay que tener presente que estas ideas surgen en la infancia y son inculcadas
por las primeras personas que nos rodean, los seres queridos y poco a poco se
pueden y reforzando con la interacción social, sobre todo en el colegio.
Recuerda que las creencias no surgen de “la nada”, siempre hay un evento y una
persona detrás de ella.
Eduardo Pardo Ampudia
No hay comentarios:
Publicar un comentario