Me duele que me duela
En una ocasión me topé con una persona con
una edad de entre 50 a 60 años de edad. Se me ocurrió preguntarle cómo había
estado su día. La respuesta salió del protocolo habitual de “bien”. En su lugar
dijo que era un día difícil como los últimos días; refirió que está padeciendo
un cáncer de estómago, está atravesando por crisis económicas y un par de meses
atrás había sepultado a su hijo, el cual murió después de bronco aspirar
dejando a su mujer y dos niños, uno de 2 y otro de 4 años de edad.

Ciertamente la expresión ´debes aceptar la
voluntad de Dios. Él ya lo quería en su reino´ tiene su ingenuidad tanto para
el creyente como para el que no lo es, es decir, para el creyente la voluntad
de Dios no consiste en la muerte del hombre. Expresiones como aquella no hacen
sino transferir la culpa a Dios. Para el no creyente la expresión carece de
sentido porque no hay referentes que correspondan a esas palabras.
Después de un momento le pregunté qué es lo
que sentía físicamente; respondió con el mismo discurso racional como si se
tratara de un círculo vicioso.

Pero cómo va a llorar este hombre si debe ser
la fortaleza de su familia y ha de encontrar la forma de sustentar a sus nietos
y a su nuera. Además, sería cobarde llorar en frente de otro hombre, el cual
ahora describe aquel encuentro.
Estamos tan acostumbrados a frases heredadas
como aquella que reza “los hombres no lloran” o “debes ser fuerte” que tendemos
a reprimir nuestras sensaciones, emociones y sentimientos. Además los
sentimientos “negativos” como la tristeza, soledad, vacío, impotencia,
inestabilidad, etc., son tan indeseables que tendemos a evitarlos a toda costa.

Castro Gonzáles M. (2006, pp. 116-117)
menciona algunos factores que ayudan para la elaboración del duelo y algunos
factores que estorban. Creo que es importante tenerlos en consideración.
Factores que ayudan:
Realizar alguna actividad placentera.
Encontrar un espacio para llorar, gritar,
escribir o lo que sea necesario pero de forma asertiva.
Fomentar la espiritualidad.
No tomar decisiones importantes.
Solicitar ayuda profesional en caso
necesario.
Uso de técnicas de relajación.
Mucho descanso.
Escuchar los mensajes del cuerpo.
Hacer ejercicio.
Factores que estorban:
Evadir sentimientos.
No compartir con otros nuestros sentimientos.
Aislarse de la familia y amigos.
Recurrir a fármacos.
Uso de alcohol o drogas.
Victimizarse: “¿Por qué a mí que no le he
hecho daño a nadie?”.
Tomar decisiones importantes.
Si has vivido una pérdida, si la tristeza te
ha visitado, si te sienes impotente, no finjas “estar bien”. Siente que se
siente estar triste. Permítete estar en duelo. ¡No seas egoísta y comparte tu
dolor!
Descuida que no causarás una epidemia de tristeza.
Siente lo que se siente en esos momentos que no son ni buenos ni malos, sólo son y están allí para recordarte que eres frágil como todo ser humano. La conciencia de lo que nos pasa es lo que nos hace diferentes de los otros seres vivos.
Por:
Ángel Castillo Palma
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