Hay sucesos de la vida que nos sitúan en
calabozos sin salida, o al menos así los percibimos. Esto sucede generalmente
ante la pérdida del amor. Ciertamente el amor es el camino de la felicidad.
Cuando una persona sumamente amada o algo
amado de pronto dejan de existir o deja de estar, se vive entonces un “vacío
existencia”, una “muerte en vida”, evidentemente más dolorosa y angustiante que
la muerte física.
El objeto amado, como lo llaman los
psicoanalistas (no es un adjetivo que a mí me guste), puede ser desde la vida
misma hasta un ser personal querido: el hijo(a), la madre, el padre, etc. Cuando
éste deja de estar la vida se desgarra, “nos quedamos solos”, se vive un vacío
terrible e insoportable donde la muerte propia parece ser el mejor regalo de la
vida, pues la vida ya no tiene sentido; no hay hacia dónde caminar. “Un simple
acontecimiento puede provocar la muerte” (Boris Cyrulnik, 2002).
¿Realmente existe una salida de este
calabozo? Víctor Frankl (2013) lo señala certeramente al principio de El hombre en busca de sentido, “una vez
perdida la voluntad de vivir, raramente se recuperaba”. La voluntad de vivir se
pierde si no se pasa hasta la tercera fase en la psicología del prisionero, a
saber, la fase de liberación que sigue a la adaptación (Cfr. Víctor Frankl,
2013).
El impulso más tentador en una vivencia tan
desgarradora es, como dicen algunos españoles, “tirarme de la moto”, más
preciso, “lanzarme contra las alambradas” (Víctor Frankl, 2013). ¿Pero, es ésta
la salida más adecuada? La respuesta es un rotundo no. Y la verificación a esta
respuesta se puede apreciar en todas aquellas personas que “han vuelto a
vivir”. “Cuando se regresa a la vida, cuando se nace una segunda vez y surge el
oculto tiempo del recordar, entonces el instante fatal se vuelve sagrado”
(Boris Cyrulnik, 2002). Aquí encaja bastante bien la frase célebre de Nietzsche
“lo que no nos mata nos hace más fuertes”.
Quien ha logrado entrar en la fase de
liberación ha de saberse enriquecido aunque no invulnerable, especialmente
cuando el acontecimiento vivencial desgarrador se percibió de forma
catastrófica. De hecho, como señala el DSM-V, la recurrencia al trastorno
depresivo mayor es más elevada si el episodio anterior fue grave. Esto no se
traduce como la ausencia de herramientas que ayuden a evitar la recurrencia o sin
salida del calabozo. En realidad, mientras haya vida (aunque no percibida como
vida) es posible abrir boquetes de salida y liberación. El primer muro a
derribar es la percepción subjetiva de creer que no hay salida o no tiene
sentido.
En los siguientes artículos iremos
especificando el modo de salir del vacío ocurrido por acontecimientos
profundamente dolorosos.
Por: Ángel Castillo Palma
Bibliografía:
Viktor Frankl. (2013). El hombre
en busca de sentido. España: Herder.
Boris, C.
(2002). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la
vida. Gedisa.
Barcelona.
Los eventos son situaciones que toman vida mas allá del momento presente cuando les damos sentido y los envolvemos de sentimiento.
ResponderEliminarSeguir en este camino, después de la partida de alguien, es posible, si le das un sentido mas allá del dolor y del sufrimiento.
Las cosas no te pasan, pasan y le pasan a cualquiera. ¿Por qué a ti no?
Para salir del vacío, primero hay que saber que uno está ahí.