jueves, 5 de mayo de 2016

¿Mi vida ya no tiene sentido?







Hay sucesos de la vida que nos sitúan en calabozos sin salida, o al menos así los percibimos. Esto sucede generalmente ante la pérdida del amor. Ciertamente el amor es el camino de la felicidad.

Cuando una persona sumamente amada o algo amado de pronto dejan de existir o deja de estar, se vive entonces un “vacío existencia”, una “muerte en vida”, evidentemente más dolorosa y angustiante que la muerte física.

El objeto amado, como lo llaman los psicoanalistas (no es un adjetivo que a mí me guste), puede ser desde la vida misma hasta un ser personal querido: el hijo(a), la madre, el padre, etc. Cuando éste deja de estar la vida se desgarra, “nos quedamos solos”, se vive un vacío terrible e insoportable donde la muerte propia parece ser el mejor regalo de la vida, pues la vida ya no tiene sentido; no hay hacia dónde caminar. “Un simple acontecimiento puede provocar la muerte” (Boris Cyrulnik, 2002).

¿Realmente existe una salida de este calabozo? Víctor Frankl (2013) lo señala certeramente al principio de El hombre en busca de sentido, “una vez perdida la voluntad de vivir, raramente se recuperaba”. La voluntad de vivir se pierde si no se pasa hasta la tercera fase en la psicología del prisionero, a saber, la fase de liberación que sigue a la adaptación (Cfr. Víctor Frankl, 2013).

El impulso más tentador en una vivencia tan desgarradora es, como dicen algunos españoles, “tirarme de la moto”, más preciso, “lanzarme contra las alambradas” (Víctor Frankl, 2013). ¿Pero, es ésta la salida más adecuada? La respuesta es un rotundo no. Y la verificación a esta respuesta se puede apreciar en todas aquellas personas que “han vuelto a vivir”. “Cuando se regresa a la vida, cuando se nace una segunda vez y surge el oculto tiempo del recordar, entonces el instante fatal se vuelve sagrado” (Boris Cyrulnik, 2002). Aquí encaja bastante bien la frase célebre de Nietzsche “lo que no nos mata nos hace más fuertes”.

Quien ha logrado entrar en la fase de liberación ha de saberse enriquecido aunque no invulnerable, especialmente cuando el acontecimiento vivencial desgarrador se percibió de forma catastrófica. De hecho, como señala el DSM-V, la recurrencia al trastorno depresivo mayor es más elevada si el episodio anterior fue grave. Esto no se traduce como la ausencia de herramientas que ayuden a evitar la recurrencia o sin salida del calabozo. En realidad, mientras haya vida (aunque no percibida como vida) es posible abrir boquetes de salida y liberación. El primer muro a derribar es la percepción subjetiva de creer que no hay salida o no tiene sentido.

En los siguientes artículos iremos especificando el modo de salir del vacío ocurrido por acontecimientos profundamente dolorosos.

Por: Ángel Castillo Palma

Bibliografía:
Viktor Frankl. (2013). El hombre en busca de sentido. España: Herder.

Boris, C. (2002). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Gedisa. Barcelona.

1 comentario:

  1. Los eventos son situaciones que toman vida mas allá del momento presente cuando les damos sentido y los envolvemos de sentimiento.

    Seguir en este camino, después de la partida de alguien, es posible, si le das un sentido mas allá del dolor y del sufrimiento.

    Las cosas no te pasan, pasan y le pasan a cualquiera. ¿Por qué a ti no?

    Para salir del vacío, primero hay que saber que uno está ahí.

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